La Sierra se funde y se queda con casi la mitad de la superficie esquiable que hace una década

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Regino Zamora, Catedrático de Ecología y coordinador científico del Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada, ofrece un resumen del esfuerzo conjunto de un numeroso grupo de científicos de la Universidad de Granada. Los investigadores han observado una disminución paulatina de la capa de nieve en los últimos 40 años en Sierra Nevada. Utilizando imágenes satelitales suministradas por Landsat-5-7-8, un proyecto de la NASA que proporciona imágenes de alta calidad para vigilar la tierra a gran escala, han logrado cuantificar los cambios en la capa de nieve. Las imágenes que han recopilado de cada año corresponden al período hidrológico que incluye los meses de octubre a mayo, cuando la posibilidad de encontrar nieve en la Sierra es más alta.

Cobertura promedio anual de nieve en Sierra Nevada durante el período 1985-2023. Periodo octubre-mayo

Zamora señala que se evidencia una tendencia general hacia la disminución de la capa de nieve en los últimos 40 años en Sierra Nevada. Aunque es verdad que existe gran variabilidad entre años, y algunos han sido más húmedos y fríos que otros, en general, la cobertura de nieve en la Sierra ha disminuido durante las últimas décadas. Esto coincide con el aumento de temperaturas que se registra a nivel mundial, sumado a la irregularidad y escasez de precipitaciones propias del clima mediterráneo.

«El clima Mediterráneo avanza a uno semiárido similar al Norte de África. La fauna y flora se pueden adaptar mejor que nosotros» – Regino Zamora, Catedrático de Ecología –

El observatorio cuenta con estaciones meteorológicas distribuidas por la Sierra. Al analizar y comparar los datos de algunas con características parecidas, se encuentra que las precipitaciones han disminuido un 67,07% entre febrero de 1993 y febrero de 2023.

«Es sencillo. Cada vez hace más calor y disponemos de menos agua. Esto afecta a los ecosistemas de Sierra Nevada, la agricultura y ganadería, así como a todos los que habitamos en la ciudad», sintetiza el experto. «La flora y fauna están adaptadas al estrés ambiental asociado al clima de las montañas mediterráneas. Sin embargo, su tolerancia frente al cambio climático tiene límites. Por ejemplo, la floración de las plantas es ahora mucho más corta y los árboles pierden las hojas antes, por la falta de agua, mientras que los animales buscan refugio en los rincones más húmedos y frescos de la Sierra», describe. «Nosotros, en las ciudades y entornos humanizados, donde se generan islas de calor, nos enfrentamos a mayores dificultades. Por ejemplo, en la actualidad, prácticamente todas las cuencas hidrográficas de España presentan déficit para nuestras necesidades actuales de consumo en ciudades y campos. Debemos fomentar la adaptación de las ciudades, los agrosistemas y los ecosistemas naturales a los nuevos escenarios climáticos. El incremento en la aridez hace que nuestro clima Mediterráneo sea cada vez más cálido y seco, similar al Norte de África», concluye. Zamora insta a los lectores a consultar el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que detalla su evolución en los últimos años. Además, comparte la buena noticia de que los investigadores del proyecto SmartEcomountains (Universidad de Granada-Lifewatch) están desarrollando Remote Nevadadensis (RN), un sistema automatizado de monitoreo mediante teledetección del estado de salud de los ecosistemas, que permitirá detectar cambios rápidamente en el funcionamiento de los ecosistemas, así como realizar predicciones sobre su evolución. Dicha herramienta estará disponible a partir de junio.

«El deshielo es prematuro. Cada año la sequía es más intensa y hemos llegado a un periodo críticamente seco» – Manuel Villar, Investigador de la UGR –

Manuel Villar, investigador del Departamento de Ecología de la Facultad de Ciencias, alerta sobre los efectos del clima en las 74 lagunas de la Sierra. Algunas desaparecen o se ven alteradas. «El deshielo es muy temprano. Cada año la sequía es más intensa y hemos llegado a un periodo críticamente seco. Es catastrófico para las lagunas y el caudal ecológico de los ríos», comenta. «El ecosistema sufre estrés hídrico. La Sierra es nuestro gran embalse y reserva de agua, hay que protegerla», añade.

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